Strawberrybodas es una web donde se muestra la actividad de reportajes de boda (tanto fotografía, como vídeo) de nuestro estudio de fotografía: Strawberryphoto. Es, quizás, la actividad que más nos gusta y de la que nos sentimos más satisfechos.
No obstante, a nuestro estudio (Strawberryphoto) vienen muchos clientes a imprimir o a hacer reportajes de estudio; o nos preguntan por restauraciones de fotos antiguas, nos consultan sobre las posibilidades de ampliación en gran formato para decorar, etc. Y observas que todo esto, alrededor de cada fotografía o reportaje, hay infinidad de historias. En este caso -casi siempre-, historias con foto…
La semana pasada vinieron a imprimir unas fotos una pareja joven. Se habían casado el año pasado y empezamos a hablar sobre las posibilidades de ampliación de las fotos del viaje de novios, para decorar algún rincón de su casa. Y había otras, del día de la boda, para ponerlas en un marco y regalárselas a los abuelos. No sé cómo, el novio acabo comentándome lo disgustado que estaba por algunas fotos. Al parecer, el compromiso de su suegra con un familiar fotógrafo, les indujo a contratar el reportaje con éste… La consecuencia fue que la amistad ya no existe porque el reportaje se convirtió en algo que difícilmente se puede definir como tal. Además, el precio -según el novio- no supuso un ahorro. Uno no sabe qué decir en estos casos… y menos opinar la labor de un “compañero” de profesión.
Pero no puedo evitar acordarme de mis padres. Porque ellos no tienen fotos de su boda. Ni de antes, ni de durante, ni de la celebración… nada. No hay prueba fotográfica de su boda… A ellos, el reportaje, se lo iba a hacer mi tía, la mujer de mi tío y padrino de la boda (el hermano mayor del novio). Mis tíos se conocieron en unos cursos de fotografía para aficionados, en una academia de la Gran Vía (Madrid). Y quién mejor que ellos, imagino que pensaron, para hacer las fotos. Pero a mi tía se le olvidó que las máquinas réflex, analógicas o no, por muy modernas que sean (esto fue en el año 1981), tenían pila. Unas pilas de botón que había que cambiar de vez en cuando … y ella no lo comprobó. El resultado es que mis padres no tienen fotos de su boda: sin una sola foto. Quizás, como me cuenta mi padre, en aquellos tiempos no le dieran importancia. Es con el paso del tiempo cuando te das cuenta de la trascendencia de esas decisiones.
Uno no puede imaginar a un profesional que vaya sin varias baterías de repuesto, ni con el material mínimo y/o suficiente para hacer su trabajo. Porque los reportajes de boda son irrepetibles. No suele haber una segunda oportunidad. El riesgo que se toma a la hora de decidir quién quieres que te haga las fotos, es indirectamente proporcional al nivel profesional. Hay muy buenos profesionales en esta profesión y lamentablemente cada vez hay más intrusismo, quizás por los tiempos que corren. Pero creo que es mejor no cansarse de ver trabajos y portfolios profesionales, que sentirse comprometido el día de las fotos irrepetibles.
Yo no tengo fotos de mi boda porque mi fotógrafa, que era mi cuñada, olvidó porner pilas a la maquina. Esas de boton que se ponían en la parte de abajo, en las maquinas analógicas. Nos dimos cuenta al revelarlas.